Hace unos días, hablando con un buen amigo, que como único
defecto ostensible tiene el mantener una más que despectiva relación con el
fútbol, me intentaba justificar su animadversión desde un punto de vista, al
cuál no le falta parte de razón: “ El
fútbol tiene su peor enemigo en el propio fútbol “. Yo no comparto su
opinión, pienso que el fútbol, no solo el profesional, si no el que se juega
desde el colegio, es una magnifica escuela de la vida.
Yo aprendí del fútbol. Aprendí a SABER PERDER,
a jugar en EQUIPO, a COMPETIR, a PELEAR HASTA EL ÚLTIMO MINUTO y entre
otras muchas cosas, a hacer lo que te gusta, llueva, nieve, haga cuarenta
grados o un frío polar. No hay obstáculos. Eso enseña el fútbol. Pero mi amigo
también lleva razón.
El fútbol es la risa irónica de una banda de espectadores,
cuando un árbitro se tuerce un tobillo, es el insulto desafortunado del
graderío, los futbolistas y dirigentes que transigen y alimentan a este tipo de
personas, el padre que solo ve a su hijo-a e ignora y desprecia al resto del
equipo, la agresión verbal y física.
Esa es la peor cara
de este deporte. Una cruz que a mi no me aparta de él, pero que admito, puede
disuadir a muchos. El fútbol es la sociedad y esta sociedad es violenta e
insolidaria. Esa es la clave del despropósito que día sí y otro también vemos
en los estadios, no solo de primera, si no lo que es más triste aún, en las categorías
inferiores de nuestro fútbol base.
Indudablemente, esa cruz pesa. Yo por el momento sigo fiel a
este deporte, pero es hora de concienciarnos y empezar a apartar de él aquellos
que justificándose en un supuesto amor, lo están matando a marchas forzadas.
Fdo. Sergio Viera Rodríguez.